Se atribuye a Churcill la frase "quien a los 20 años no es comunista no tiene corazón; quien a los 40 lo sigue siendo no tiene cerebro". Política aparte, se supone que el joven veinteañero idealiza el mundo y toma sus decisiones con el corazón y el maduro cuarentón es mucho más realista, pragmático y utiliza la cabeza para valorar los beneficios de sus decisiones. Entiendo que es lo que se llama "ley de vida", una ley de la que todo el mundo habla pero que nadie ha visto escrita. Vamos, algo así como el gol de Cardeñosa. Pero como uno puede encontrar citas para justificar lo que le dé la gana, dice Woody Allen en Manhattan que "el cerebro es el más sobrevalorado de todos los órganos". Yo no sé si por mi afinidad con los pensamientos de Woody Allen, por mi tendencia asalmonada de ir contra corriente o, simplemente, porque mi cerebro va degenerando más rápido que el resto de mi cuerpo, creo que tomo las decisiones importantes de mi vida poniendo cada vez más corazón.
Y eso que mi cerebro empezó bien, se ve que la materia genética no era mala, aunque esté mal que yo lo diga. Como mis padres siempre han estado volcados en nuestra educación, cosa que agradezco enormemente, se les ocurrió que podía serme útil aprender a leer, escribir, sumar y restar antes de empezar la formación preescolar, lo que llamábamos antes "los parvulitos". Con esos conocimientos, me dejaron en manos de una profesora que, la pobre, no sabía muy bien qué hacer conmigo. Y, con toda su buena voluntad o con ganas de librarse del listillo, me "promocionó" directamente a la EGB. Así, de golpe, me había saltado los dos años de preescolar.
Mi cerebro parece que dio el nivel -y espacio tenía para desarrollarse- y terminé mi primer curso de la EGB con 5 añitos. No es que fuera a superar a Mozart en precocidad, pero aquello suponía una situación nueva en el colegio. Decidieron que iba a ser complicado justificar tanto adelanto ante las autoridades educativas y me hicieron repetir 1º de EGB. Se dice pronto. Pero sin toda la explicación previa, a quien le cuentes que has repetido 1º de EGB... A mí no me pareció ni buena ni mala idea porque aunque no progresaba de curso seguía compartiendo clase con unos pocos de mis compañeros. Y es que mi colegio aplicó un método de enseñanza de las escuelas rurales y lo convirtió en una innovación. Qué digo innovación, ¡en una revolución! Se les ocurrió que, en lugar de que todos los alumnos de una clase estuvieran en el mismo curso, la mitad estuviera en un curso y la otra mitad en el siguiente. Así, la señorita Laura, mi profesora de 1º me tuvo a mí junto con los recién ascendidos más medio curso de 2º. Esto es un lío, no solo porque yo me explique mal, sino porque es un lío en sí mismo. Así que yo llegué a compartir clase con alumnos ¡tres años mayores que yo! En algunas cosas sí que he sido precoz en la vida.
El resto de mi educación primaria y secundaria transcurrió con bastante éxito de resultados. Así me planté en el COU con amplias posibilidades de elegir mi formación y la obligación de tomar una decisión que parece bastante trascendental: ¿qué quiero ser de mayor? Si le preguntan a cualquier alumno de las pruebas de Selectividad si lo que está haciendo es importante, la mayoría responderá cosas del estilo de "el examen más importante de mi vida", "nos lo jugamos todo a una carta", etc. Yo no sé si realmente es tan crucial ese momento, pero cuando tuve que tomar una decisión lo hice como un cuarentón desilusionado del comunismo. Elegí ser ingeniero por la promesa de encontrar fácilmente un trabajo bien pagado. ¡Qué romántico!
Aquella decisión me salió de manera natural porque ni entonces tenía una verdadera vocación ni ahora la he encontrado. Es cierto que había cosas que me gustaban, profesiones que sonaban interesantes, algunas nos las habían idealizado el cine o la televisión. Por ejemplo, pensé en ser piloto y seguro que no fui el único. Pero vocación, lo que viene siendo vocación, no tenía. Me atraía la Filosofía, pero el cuarentón me cuestionaba cómo me iba a ganar la vida. Como entonces tenía facilidad para hacer reír a la gente, pensé en ser payaso. Me refiero a dedicarme profesionalmente. Pero, entre otras razones, me desanimaba la posibilidad de adelantar la muerte de mis padres. Y, sí, estuve barajando la posibilidad de prepararme las pruebas para el ingreso en la Academia del Aire de San Javier. Menos mal que no lo hice, porque mi tendencia a ir contra corriente en el ejército me habría provocado más de un incidente disciplinario, y ¡volando debe ser peligrosísimo!
Por eliminación, pero sobre todo por pragmatismo, acabé ingresando en la Universidad Politécnica de Madrid, estudiando una carrera de la que recuerdo el nombre de las asignaturas, el olor de aquel libro de Energía Solar Fotovoltaica y dos principios algebraicos de mucha aplicación en la vida diaria: El principio de inducción y la demostración por reducción al absurdo. Debo aclarar que esta última frase no tiene contenido irónico, realmente creo que son muy útiles en la vida.
Comencé mis estudios universitarios con ese año de adelanto que todavía guardaba desde 1º de EGB. Presumía yo por entonces de haber tenido que estudiar un año menos que la mayoría de mis compañeros. No me daba cuenta de que eso suponía que trabajaría un año más. La carrera me enseño a ser autodidacto -aun sigue vigente el uso de este adjetivo con su terminación masculina, pese al uso mayoritario de la forma invariante-. Aprendí a conseguir apuntes de las clases a las que no iba, a copiar los trabajos de otros, a jugar al mus, a encontrar sitios en Moncloa en lo que comer por el mismo precio que el menú de la Escuela...
A pesar de que uso el singular en todas estas frases, esas lecciones autoaprendidas lo fueron realmente en pareja. Y es que para algunas cosas, como decía el anuncio de Gillette, "dos mejor que una". Por ejemplo, para hacerse con el trabajo de un compañero que no te lo quiere dejar es mucho más práctico actuar en pareja: Uno lo distrae y el otro busca el trabajo entre sus papeles. Otra cosa que se hace mucho mejor entre dos es reservar asiento en clase. No hace falta que madruguen los dos a la vez, con que uno llegue pronto vale. Lo que hacía que aquel ritual de reservar un sitio en el aula, dejando allí nuestras carpetas, tuviese más encanto es que acabada la mañana no habíamos pasado ni una hora en clase y teníamos que esperar a que acabaran las clases para recuperarlas. Y así un día tras otro, víctimas de la rutina, nunca se nos ocurrió pensar que, ya que no asistíamos a las clases, podíamos no reservar asiento.
Han pasado más de veinte años desde que tomé aquella decisión trascendental y sigo sin encontrar la vocación. Tal vez lo más parecido a una vocación lo he sentido actuando. Puede que sí me hubiera gustado ganarme la vida en los escenarios. Pero si en algo he utilizado más el cerebro que el corazón es en intentar conocer mis cualidades y mis limitaciones. Y aquí viene mi cuarta y última cita, esta vez del popular pasodoble: "Ay, Manolete. Si no sabes torear, ¿pa' qué te metes?".
Aunque para terminar, mejor que un pasodoble, hoy pondré un blues.
Un reflejo similar e imperfecto, mi reflejo no el original, de parte de mi vida... ¡Cuánto me identifico con lo que expresas!
ResponderEliminarComo mi padre, bueno, su trabajo le hizo andar por esas tierras de España, en la EGB, en los 3er primeros cursos creo recordar que estuve en 3 o 4 colegios...
En 1º también estuve mezclado con los de 2º, todos con todos... en un mismo aula. El cole era pequeño de verdad. La profe explicaba y ponía deberes a unos, se iba a la otra mitad de la clase y hacia lo mismo mientras los otros hacían deberes. También otro jaleo tremendo. Segundo de EGB!!! ¿Hice 2º?... Pues por así decirlo me lo convalidaron... Como me tuve que cambiar de ciudad, allí donde fui, mi pueblo natal, una tía mía daba clases en un cole y como el profe de 2º que me tocaba no le gustaba pues me colocaron en la clase de 3º... Aunque había de todo porque el profe tenía 3 hijos de edades distintas y los tenía allí con él porque no había valiente que pudiese con ellos. Pero tampoco acabe ese curso en esa clase, el profesor enfermó y mi tía, que si que daba 2º, me llevo a su clase con ella. Luego cuando el profe se puso bueno regresé a la otra clase...
El caso es que en el siguiente septiembre de nuevo regresé a la ciudad de partida, y hala, a buscar otro cole. La idea de repetir en el que tenía mezcladas las clases no debio gustar mucho a mis padres porque no repetí allí. Además, si había hecho ya medio 2º medio 3º, ¿en dónde me colocarían? ¿Corriendo de lado a lado en esas aulas mezcladas?
En este momento hay un espacio en blanco en mi carrera académica... No recuerdo en que cole empecé el siguiente curso, y digo empecé porque a mediados de octubre.. otra vez a cambiar de ciudad y de cole. Ahora ya sí, empecé 3º y terminé 8º en el mismo cole.
Lo de piloto también lo pensé, además teniendo la familia que tenía... pues hasta quedaba bien. Aunque aquí confieso que a mí lo de volar me atraía, y lo sigue haciendo pero... Luego al final, ni hice la mili. Lo que son las cosas.
La elección de carrera, similar.. en mi caso inducido por una prima 2ª mucho mayor que yo y que vivió en casa con nosotros mientras estudiaba Selectividad, y que me gustaba elk cacharreo. Ya ves lo que estoy cacharreando... Vamos, al final, similar motivación.
El paso por la Uni, ya lo conoces... y también hay coincidencias, nunca en las calificaciones, las tuyas siempre fueron mucho mejores :))Sí las hubo en el ocio.., en lo de actuar en pareja,... que creo fue la mejor parte y sigue siendolo...
Y ahora aquí estamos.
Siento haberte robado este espacio de protagonismo.
Un fuerte abrazo de un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo
http://www.youtube.com/watch?v=n4YTupWvc5k
¿Te gustaba cacharrear? Pues ahí tienes, todo lleno de trastos.
EliminarGrandes momentos de ocio compartido, muy buenos recuerdos. Y sí, lo de actuar en pareja tal vez fuera lo mejor, pero también hubo algo más: ahí nos hicimos medio hombres. Nos faltaba solo un golpe de horno final.
Un fuerte abrazo también.