viernes, 9 de marzo de 2012

Volando voy

Volé por primera vez en mi vida en un viaje a Sevilla. Un viaje surrealista para comenzar. Mi hermana participaba allí como ponente en su primer congreso de Medicina. Era residente del MIR y yo estaba en mis primeros años de Universidad. Y allí que nos presentamos José Ramón, un vecino y amigo de la familia y yo, como dos médicos más. Bueno, yo a duras penas podía pasar por un residente con mi edad, pero podía colar.

Mi vecino, que rondará ahora la mitad de la cincuentena se acababa de divorciar. Habían llegado nuevos a la finca donde yo vivía con mis padres en el año 82. Imposible olvidarlo porque ese año confluyeron tres acontecimientos en un corto espacio de tiempo que les unieron a mi familia por mucho tiempo. En primer lugar, Pilar y José Ramón, encantadora pareja joven recién casada se acababa de comprar un piso encima del de mis padres y pretendía reformarlo al gusto de buena pareja moderna de la época, es decir, con mucho cerezo. En los 80 no eras nadie si no tenías un mueble de cerezo, lo siento por aquellos lectores que hayan tenido esta carencia. Bueno, si eras rico, podías permitirte prescindir del cerezo y tirar por las maderas más nobles.

En segundo lugar, mis padres decidieron poner parqué en casa ese verano. Si mis padres hubieran pagado licencia de obra por cada modificación interna de la casa, el Ayuntamiento de Madrid no habría tenido que endeudarse para pagar la M-30. Ese año tocaba el parqué. Eso era una obra en toda regla y habitar una casa que sufre un obra en toda regla es algo bastante incómodo. Pero no éramos en nuestra familia de arrugarnos ante estas incomodidades. Buena prueba de ello es que ese mismo parqué lo acuchilló mi padre varios años después manejando una máquina de alquiler, con algo de ayuda mía y un poco más de mi madre, y consumiendo decenas de mascarillas desechables que nos consiguió mi hermana. Habríamos, por tanto, convivido en casa con la obra si no fuera porque los instaladores nos aconsejaron no pisar durante unos días. Yo no sé si por asegurar la calidad de la instalación o por librarse de la implacable supervisión de mi padre.

Mis padres, con toda la lógica del mundo sumaron dos más dos: Un piso vacío pendiente de reforma, unos nuevos vecinos con ganas de agradar... Así que pidieron el favor de ocupar (con "c" y no con "k" porque medió solicitud expresa de consentimiento) el piso de arriba durante unos pocos días.

El tercer acontecimiento que hace que todo este quede en mi recuerdo es que ¡se estaba jugando el Mundial 82! Ese mismo en el que no conseguimos derrotar a Honduras en la primera fase. Ese en que la selección brasileña de Sócrates, Zico, Falcao y Cerezo cayó contra Italia en el campo del Español. ¡Si es que en ese campo no puede ocurrirle nada bueno al fútbol!

Nos mudamos entonces por unos días a casa de los nuevos vecinos con lo imprescindible para sobrevivir, que incluía una tele en la que vimos a España empatar con Inglaterra y perder con Alemania en el Bernabéu. Si es que en ese campo...

Esta estupenda pareja se ganó la sincera gratitud de mis padres y generó esa asimétrica amistad entre los jóvenes recién casados y los padres de familia de orígenes postbélicos. Pero no todos los matrimonios duran hasta que la muerte los separa. En este caso, y siempre según la versión del que se quedó en casa, vino un atractivo madurito a separarlos sin necesidad de muerte. El joven agraviado continuó con su vida, no me atrevería a decir que la rehizo del todo (y si lo lee y cree necesario corregirlo, existe un campo para comentarios en el blog) pero continuó. Y, como con su tiempo libre y su dinero hacía lo que quería, unos años más tarde, me propuso que nos fuéramos a Sevilla a infiltrarnos entre el colectivo médico como dos galenos más y hacer de clá en la ponencia de mi hermana. Ella se merecía esa gran sorpresa, aunque solo fuera para compensarla por todos los sustos que le daba cuando era pequeño.

Muchos de los artículos en los que estaba basada aquella conferencia habían sido mecanografiados por mí. Sí, mi hermana escribía a máquina bastante despacio y solía acabar sus trabajos siempre en el último momento. Así me puse yo al día sobre el tratamiento de la Leucemia Mieloide Crónica con Interferón-alfa. No llegué a aprender lo suficiente como para entender nada de lo que se decía en la conferencia, pero sí me sentía capaz de hacer una pregunta coherente, una frase que contuviera los términos correctos. Pero no habría sido justo, porque habría significado arruinar la sorpresa positiva y convertirla en otro susto más. Lo que sí hicimos fue aplaudir a rabiar en cuanto acabó, mostrando nuestro total acuerdo con las ventajas del Interferón-alfa, del nuevo camino que abría en el mundo de los tratamientos hematológicos y de su superioridad frente a todos los medicamentos anteriores.

No recuerdo si hicimos una o dos noches en Sevilla y volamos de vuelta a Madrid. Si mi memoria no me falla, el AVE acababa de ser inaugurado pero yo estuve encantado de haber volado por primera vez y descubrir lo que se siente. Mi vecino, que estaba en una edad casi equidistante entre la de mi padre y la mía, nos disfrutaba y nos sufría a los dos. Así podía pasarse horas discutiendo de política con mi padre -y haciéndole rabiar, cosa que no requiere un doctorado en psicología- o aparecer en mi pueblo vestido de jeque árabe, conmigo de chófer beduino, fingiendo interesarse por un supuesto yacimiento de petróleo.

Ahora no soy capaz de recordar cuántas veces me he subido a un avión desde aquel primer viaje a Sevilla. Haciendo unas estimaciones, me salen unos pocos cientos. Pero más que el número total, ha habido momentos en que he sentido que vivía volando. Como aquellas interminables semanas de puente aéreo continuo. O aquel año de viajes por el sur de Europa más las 14 visitas a Estocolmo. Por eso me lo pasé tan bien con el inicio de Up in the Air, sintiéndome identificado con esos profesionales de hacer equipajes de viaje. Bueno, por eso y por ese temazo de Sharon Jones & The Dap Kings...


1 comentario:

  1. Me gusta mucho como escribes Andrés.
    El AVE a Sevilla se inaguró en el 92 con la Expo.

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